La Razón

2022-08-20 13:51:15 By : Ms. Ava Ye

¿Has probado a fotocopiar un billete alguna vez? ¿No? Menos mal, porque es ilegal. Además, el resultado se parecería al billete original lo que un huevo a una castaña: los billetes tienen muchas medidas de seguridad que hacen que falsificarlos sea muy complicado. Algunas se perciben a simple vista, otras son totalmente secretas. Y precisamente las fotocopiadoras han permitido desvelar una de estas medidas.

Para reproducir un billete de 50 euros, el primer reto es conseguir tinta ópticamente variable. Se reconoce fácilmente porque se ve de colores muy diferentes según el ángulo desde el que mires el billete. Pruébalo con el tuyo: por el reverso, el número 50 que aparece abajo a la derecha cambia de morado a verde si giras el billete.

¿Cómo se consigue esto? Cada color se corresponde con una cierta longitud de onda en la luz visible. Un objeto es verde si refleja la luz verde y absorbe las demás. Para cambiar de color, estas tintas reflejan cada longitud de onda (es decir, cada color) de manera diferente, dependiendo del ángulo que lleve el rayo de luz al incidir sobre ella. Por eso vemos colores diferentes según cómo orientemos el billete. Además, la tinta que se usa en los billetes contiene pigmentos magnéticos que hacen que se vea un pequeño destello de luz al girar el billete.

Nuestros ojos sí aprecian estos cambios de color, pero las fotocopiadoras no: estas máquinas solo “ven” el documento a fotocopiar desde un ángulo determinado. Por eso el cambio de color del billete no se puede transferir a la fotocopia. Pero tampoco es tan fácil hacerlo a mano: la tinta ópticamente variable es difícil de encontrar en el mercado, de ahí que sea útil para prevenir la falsificación.

Segundo reto: fabricar un parche holográfico. Y es que, aunque nos suene a ciencia ficción, tenemos hologramas en el monedero. Si te fijas en el anverso de tu billete de 50 euros, a la derecha verás un número 50 que pasa a ser una puerta o una ventana cuando lo giras. El cambio aquí va más allá del color: vemos dos imágenes completamente distintas. Y es que, en lugar de imprimir las imágenes con tinta, en el billete se recrea su holograma. Para grabarlo, se utiliza un láser que lo replica partiendo de un holograma maestro. Desde luego, una fotocopiadora no tiene nada que hacer contra un holograma: el grabado requiere un equipamiento especializado, por eso es difícil de falsificar.

Por los dos primeros retos ya sabemos que un billete fotocopiado sería muy diferente del original. Pero el tercer desafío está diseñado para quitarnos la idea de la cabeza definitivamente. Resulta que los billetes llevan un dibujo que hace que las fotocopiadoras se nieguen a procesarlos. O eso se cree: ni los bancos ni las empresas fabricantes de fotocopiadoras hablan del tema.

Si coges tu billete de 50 euros, tanto en el anverso como en el reverso verás cinco círculos amarillos dispuestos de una manera muy concreta, patrón que se repite varias veces en el mismo billete con orientaciones diferentes. Es la apodada como “constelación de EURión”, por su parecido con la constelación de Orión. Por lo que indican varias patentes, la mayoría de fotocopiadoras en color que se comercializan llevan integrado un sistema para detectar esta constelación, que impide que se fotocopie cualquier documento que la contenga. En vez de la fotocopia, se emite un mensaje de error que dirige a la web del Grupo de Bancos Centrales para la Disuasión de las Falsificaciones.

El descubrimiento ocurrió por casualidad, un día que el investigador en seguridad Marcus Kuhn probó a fotocopiar un billete de 20 libras y no pudo. Fue él quien acuñó el nombre de “constelación de EURión”, al darse cuenta de que aparece en billetes de todo tipo de divisas incluido el euro.

Pero Kuhn nunca consiguió obtener una confirmación de que la constelación es un mecanismo para prevenir el fraude. Él se dio cuenta de que este patrón aparecía en muchos billetes y de que, incluso estando aislado, daba problemas al intentar fotocopiarlo. Hay alguna pista más: el Banco de Maharashtra, en India, publicó un documento que aludía al patrón, y la empresa japonesa Omron tiene una patente sobre un mecanismo para reconocer una imagen, y una fotocopiadora, escáner e impresora que lo incluyen. Adjuntan una imagen muy parecida a la constelación de EURión, aunque sin el círculo central. Por eso se sospecha que fue esta empresa la que inventó la constelación.

Estos tres retos, así como otros muchos que detalla el Banco Central Europeo en su guía explicativa, hacen que la tarea de falsificar un billete sea muy difícil. Aunque, claro, no es completamente imposible, cosa que ya saben los bancos. Pero estas medidas de seguridad están diseñadas para evitar que se popularicen las falsificaciones: un taller muy especializado y dedicado a la tarea es mucho más fácil de descubrir que muchas personas aficionadas falsificando poco dinero en ocasiones puntuales. Trazar lo segundo sería muy complicado.

Pero los bancos tienen un as en la manga y están preparados incluso para especialistas de la falsificación. Hay más medidas escondidas en los billetes, aún más secretas que la constelación de EURión. Solo los bancos pueden certificar si un billete es auténtico o no, y solo sus máquinas pueden leer estas medidas. No se habla de ellas, y solo los bancos centrales las conocen.

¿Por qué sabemos que existen? Una pista nos la dan algunos programas de edición de imágenes como Photoshop. Al igual que las fotocopiadoras, se niegan a abrir la imagen de un billete. Pero, curiosamente, la clave aquí no está en la constelación de EURión. Algunas imágenes que la contienen se abren sin problema, mientras que otras que no incluyen esta constelación son rechazadas. Tiene que haber otro mecanismo, y el investigador en seguridad Steven Murdoch sospecha que no es uno solo. Sus investigaciones le han llevado a pensar que estos programas someten a los archivos a una serie de tests, cada uno más preciso que el anterior. De nuevo, ni siquiera las empresas fabricantes de estos programas conocen los detalles de este mecanismo de detección.

Es posible que nunca lleguemos a conocer el elenco completo de medidas de seguridad que contienen nuestros billetes. Pero tratar de encontrarlas es una investigación legítima: es una manera de poner a prueba la seguridad de estas medidas, y así desarrollar otras mejores.